Redacción/ Miami.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, sabe bien que debe comenzar a llevar a cabo las promesas electorales. Una de ellas, aunque pasó desapercibida entre el maremágnum de polémicas que acompañaron a Trump a lo largo de la campaña presidencial, fue la de que iba a ejecutar un plan de infraestructuras públicas que tiene como objetivo desarrollar las obras de un país que lleva mucho tiempo sin ver cómo se mejoran carreteras, puentes y otros elementos fundamentales para la logística de un país.
El objetivo de la Casa Blanca es movilizar 1,5 billones de dólares para infraestructuras en los próximos años. Sin embargo, Washington quiere que sean otras administraciones, las estatales, las que aporten la mayoría del dinero porque, en principio, Trump propone que su gobierno aporte tan sólo 200.000 millones de dólares. El resto del dinero tendría que llegar procedente de gobiernos estatales o inversión privada. Lo cierto es que Estados Unidos tiene un buen número de infraestructuras en un estado muy lejano a lo que se supone de una superpotencia mundial. El país norteamericano no ha utilizado a lo largo de las últimas décadas demasiado porcentaje de su presupuesto en obras públicas. La crisis económica, traducida en una importante recesión en EEUU ha hecho el resto dejando abandonadas muchas infraestructuras durante los últimos 10 años.
“El sistema actual está fundamentalmente roto”, aseguró un alto cargo del gobierno. “Estamos invirtiendo por debajo de lo que debemos en nuestras infraestructuras y tenemos un sistema de permisos que tarda demasiado. Inclusos cuando se tienen los fondos, se puede tardar una década en construir una infraestructura importante”, concluyó.