Miami, sábado 24 de julio de 2021 (Por Lautaro Bonino). El estatismo y su globalización son fenómenos con los que el ser humano ha tenido que lidiar a lo largo de la historia. No es casual que, desde sus inicios, el hombre haya intentado adquirir riquezas y poder a través de los métodos más inmorales y condenables que se puedan mencionar. Ya en la Edad Antigua, por citar algunos ejemplos, tanto Alejandro Magno con su intento de panhelenismo, como el Imperio Romano a través de la cristianización forzosa, intentaron ambos imponer sus dogmas con el fin de adoctrinar y someter a todo aquel que se encontrara bajo su jurisdicción.
Y dichos ejemplos no distan mucho de los que vivimos en la actualidad. Bastaría con reemplazar al joven Alejandro por los principales entes gubernamentales del momento o a Constantino por algún presidente de los Estados Unidos. Y es que el estado continúa hoy en día sometiendo al mundo, o nos piensan hacer creer que porque insertamos un papel en una urna cada cuatro años o podemos elegir entre diez televisores con alta definición somos más libres e independientes.
Como bien decía el sociólogo alemán Franz Oppenheimer, “el Estado es la institución social impuesta por el grupo victorioso al derrotado, con el propósito de regular su dominio y de agruparse contra la rebelión interna y los ataques del exterior”. Y justamente para evitar la mencionada rebelión interna, el estado debe poner en práctica el adoctrinamiento cultural para asegurarse su dominio. Y esto se logra de dos maneras: enseñándonos desde chicos a amar y obedecer al estado a través de la educación obligatoria, y generando conflictos entre las personas, manipulando así, la opinión pública. Hoy en día, esos conflictos se manifiestan en las siguientes discusiones: desigualdades sociales, cambio climático, pobreza, salud etc. Todas problemáticas sociales que el estado perpetúa y acrecienta. Sin embargo, hay uno de esos problemas con que el estado más está lucrando en la actualidad: el feminismo.
En esta tesina planeo demostrar por qué el feminismo es uno de los bastiones más importante de la batalla cultural del momento y como afecta éste a la opinión pública.
Para empezar con los hechos y evidencias, quisiera hacer una breve explicación acerca de la historia y origen del movimiento. Divido éste en tres grandes olas de distintas épocas, marcadas cada una por diferentes ideologías y corrientes filosóficas, su nacimiento se ve remontado a la transición histórica del Renacimiento a la edad contemporánea, en un contexto marcado por las revoluciones burguesas.
Durante aquella primera ola, el feminismo se vio revocado a luchar por las igualdades ante la ley, el acceso a la ciudadanía y al mundo académico, todas causas éticas y defendibles. De la mano de la corriente liberal del momento, aparecieron personajes como Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa inglesa, y esposa del padre del anarquismo liberal, William Godwin, quien, en su famosa obra de 1792, “Vindicación de los derechos de la mujer”, argumentaba a favor de la igualdad natural entre mujeres y hombres, y nos dejaba frases como “No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”. Por otra parte, la matemática y física francesa, Émilie de Châtelet, quien no fue parte del movimiento específicamente, escribía “Soy yo misma una persona completa, responsable sólo ante mí por todo cuanto soy, todo cuanto digo, todo cuanto hago, y cuando sumo el total de mis gracias confieso que no soy inferior a nadie”.
A pesar de esto, tras el nacimiento de la segunda ola del movimiento, las bases liberales se vieron revocadas por las nuevas teorías socialistas de Marx y Engels y se tornaron en teorías liberticidas que empezaron la degradación de estas. Ya en 1873, en Estados Unidos se creó la Unión de Mujeres Cristianas por la Templanza (WCTU), organización cuyo principal objetivo fue hacer lobby para conseguir lo que años después sería la decimoctava enmienda a la constitución de EE. UU, mayormente conocida como la ley seca. Esgrimiendo argumentos que nada tenían que ver con la igualdad ante la ley, argumentaban las mujeres que sus maridos, a causa del alcohol, no las mantenían eficientemente y se tornaba violentos.
Consecuentemente, en 1875, Lysander Spooner, jurista y filósofo liberal estadounidense, publicó su texto “Los vicios no son crímenes. Una vindicación de la libertad moral”, el cual comienza diciendo: “Los vicios son aquellos actos por los cuales un hombre se daña a sí mismo o hace daño a sus bienes. Los crímenes son aquellas acciones por las cuales un hombre daña a otra persona o a sus pertenencias. Los vicios son meramente las equivocaciones cometidas por un hombre en la búsqueda de su propia felicidad. En oposición a los crímenes, no suponen malicia hacia otros ni interfieren con sus personas o propiedades”.
Finalmente, para no explayarme con la tan abarcativa tercera ola, prefería explicar por qué el relato acerca del patriarcado es una mera farsa utilizada por el estado para impulsar leyes liberticidas y hacer ingeniería social. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el 79% de las víctimas de homicidios son hombres. Según la Organización Mundial de la Salud, a nivel mundial, la esperanza de vida de una mujer es 5 años mayor que la de un hombre. También a nivel mundial, hay tres veces más suicidios en hombres que en mujeres. Entre el 75% y el 80% de las personas en situación de calle son hombres. Según la revista Forbes, el 70% de gastos de consumo los realizan mujeres. La mujer se egresa un 33% más de universidades que los hombres. Y Según el Informe Global de la Brecha de Género 2015 (Foro Económico Mundial), “las mujeres ya representan la mayoría de las estudiantes en casi 100 países”.
Llegado a este punto, me gustaría preguntar, una vez analizando los datos ¿Cuál es la razón para seguir creyendo que vivimos en una sociedad patriarcal? Para resolver esta incógnita, considero que es esencial entender como el adoctrinamiento ha mermado la opinión pública. La politóloga alemana, Elisabeth Noelle Neumann, explica en su libro de 1977 “La espiral del silencio: opinión pública: nuestra piel social” cómo la opinión pública se torna en un mecanismo de control social en el que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no. En su teoría, la sociedad termina por censurar a aquellos individuos cuyas opiniones no son compatibles con las mayormente aceptadas.
Asimismo, el periodista estadounidense, Walter Lippmann, publicó en 1922 “La Opinión Pública” libro con en el que expone como la mediación generalizada de la prensa es la encargada de transmitir conceptos, estereotipos e ideas con los cuales transforman la realidad y logran influir en su interpretación por parte del público, causando así una versión distorsionada de la misma.
Ahora ¿Por qué la política y los medios están tan interesados en lograr que este movimiento crezca? La respuesta es muy simple. El feminismo se ha vuelto una fuente de ingresos exorbitante para los burócratas y sus empresarios aliados, y es un mecanismo para perpetuarse en el poder.
Bien es sabido que, desde sus inicios, empresas como Netflix se caracterizaron por promover en sus producciones agendas temáticas cercanas al feminismo, teorías de género y aborto. Es sabido también que, George Soros, a través del Soros Fund Management, fue uno de los históricos accionistas de la compañía y es uno de los encargados de financiar este movimiento a lo largo y ancho del mundo. Disney y Warner que, junto con Netflix, producen más del 80% del contenido para chicos en el mundo, son activos lobistas de las causas antes mencionadas.
En el estado de Georgia, que puso en práctica en 2019 una ley para prohibir el aborto a partir de la semana número 6 de gestación, donde se detecta el latido del corazón, las empresas mencionadas anunciaron que, de ponerse en vigencia la “ley del latido”, dejarán de rodar sus producciones en dicho estado. El boicot planteado no es menor, ya que Georgia, el estado conocido como el “Hollywood del sur”, mueve U$S 9000 millones de dólares y emplea a más de 90.000 personas. Fue allí donde Marvel filmó algunas de sus últimas producciones, como las películas de Avengers: Endgame y Black Panther.
Pero además de estas empresas, los grandes estados del mundo junto con los principales entes gubernamental son también parte de este financiamiento. En 2018, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó una operación de préstamo para la Argentina por US$ 200 millones destinados a financiar en su totalidad el “Programa de Apoyo a Políticas de Igualdad de Género”. Y éste es sólo un pequeño ejemplo para entender quiénes están detrás de todo esto. Habría que mencionar también a la ONU, la OEA, la Open Society, la fundación Rockefeller, la fundación Ford, la fundación Bill y Melinda Gates etc.
Además de esto, debo aclarar que, de la mano del feminismo, el estado utiliza el aborto como su principal excusa para lograr sus negocios. Y en este texto no tengo pensado hablar sobre las justificaciones éticas de la interrupción del embarazo y su legalidad, simplemente me remitiré a hablar sobre su estatización. Según Amnistía Internacional, ONG que es abiertamente abortista, en Argentina se llevan a cabo 450 mil abortos clandestinos al año y se producen 43 muertes, lo que equivale a una tasa de mortalidad del 0,0095%.
Proporcionalmente, se producen muchas más muertes naturales de madres en partos en hospitales públicos por falta de insumos. En éste mismo país, según la UCA (Universidad Católica Argentina), en el conurbano Bonaerense (provincia de Buenos Aires) solo uno de cada cuatro chicos come todos los días. El Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec) indicó que, al cierre del último año, la pobreza alcanzó el 42%; pero el desagregado por trimestre, procesado por los expertos de la Universidad Católica, Argentina llegó a un nivel de 45,2% en el período octubre-diciembre. Además, un informe del Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), dependiente de la Universidad Metropolitana de los Trabajadores (UMET), arrojó que hay casi un 20% de personas al borde de caer en esa situación.
En este contexto de crisis total, el estado contempló en su presupuesto para el año 2021, 1.3 billones de pesos para políticas de género, superando inclusive los fondos destinados a la educación que no llegan ni a los 500 mil millones. En su totalidad, el proyecto de presupuesto contempla gastos por un monto estimado en más de $8 billones de pesos, y las partidas destinadas a políticas de género representan el 15,2%. Según la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía, éste presupuesto estará destinado a garantizar el funcionamiento de 55 políticas de género provenientes de 22 organismos que funcionan en 14 ministerios. Parece que el 5% de déficit fiscal, el 48% de inflación y el 42% de pobreza no son suficientes para que los políticos dejen de gastar cada vez más, cobrar impuestos más altos y aumentar las regulaciones.
Instalada una vez esta doctrina en el inconsciente colectivo y en la opinión popular, se torna cada vez más complejo lograr un debate racional e imparcial. Debido a este extremismo al que la sociedad está llegando, la política ha tenido la potestad de imponer leyes y regulaciones delirantes como la ley Micaela García o la ley de cupo de género para perpetuar el conflicto y el adoctrinamiento. Y lo que es aún más grave, es que la censura, la cancelación y la metodología del escrache son fenómenos cada vez más recurrentes.
Bien es recordado el pedido de censura de la famosa escena del beso de Blancanieves y el príncipe, pero esto no deja de ser una minucia comparado con los casos más extremos. Y es que nos encontramos en una situación donde se han perdido las garantías procesales y la presunción de inocencia. Los mencionados escraches tienden a denunciar a los hombres sin ningún tipo de prueba, logrando así que, a la persona en cuestión, se la repudie socialmente. En el caso de los famosos como Gustavo Cordera, Cacho Castaña, Axel o Juan Darthés, directamente su carrera se arruina y desaparecen de los medios.
Pero éste fenómeno ha llegado a tener consecuencias irreparables. Agustín Muñoz, un joven de 18 años de Bariloche, se quitó la vida el 22 de diciembre de 2018, semanas después de haber sido acusado por una amiga suya de abuso sexual en una marcha feminista. Días después del suicidio, la joven negó sus acusaciones y pidió perdón. Jorge Antonio Rangel Guerrero, quien era artista sonoro, se suicidó en junio de 2019 ahorcándose en el interior de su domicilio con un cinturón tras ser acusado de intento de violación. Armando Vega-Gil, músico mejicano, se suicidó en abril de 2019 poco después de que su nombre apareciera en la cuenta de Twitter del movimiento Me Too, donde se hizo público el testimonio de una mujer que dijo haber conocido a Vega-Gil cuando ella tenía 13 años y denunció haber sido acosada. Y estos son solo algunos ejemplos de las consecuencias que traen los escraches.
Como conclusión, quisiera añadir un último dato para ayudar a entender por qué todo este tipo de regulaciones y movimientos no solo no ayudan a terminar con la violencia y los problemas sociales, sino que los aumenta debido al creciente poder que le otorgan al estado en contra de los derechos naturales de los individuos y la creación de un contexto de violencia generalizada.
En 2015, año en que nació “Ni una menos en Argentina”, se produjeron en el país 2837 homicidios, de los cuales 387 tuvieron como víctima una mujer, en 2018, tras tres años de protestas, nuevas leyes, escraches etc., la cifra aumentó a 391. Y esto sucede debido a que, utilizando estos mecanismos, no se ataca la causa de los problemas, sino que, simplemente, se le otorga más poder al estado que, como ya vimos, solo busca aumentar su poder y riqueza mientras avasalla los derechos naturales, cosa que solo produce más pobreza, violencia y desigualdad.
De esta manera, queda en evidencia que, como bien exponen Lippmann y Noelle-Neumann, cuando un tema logra insertarse en la opinión pública, éste se vuelve homogéneo y tiende a expulsar a las opiniones disidentes, ya sea debido al miedo que generan o por los métodos de censura aplicados contra quienes piensan distinto.