Por Jaime Flórez, periodista y director del Departamento de Comunicaciones de Regulación Profesional y de Negocios del Estado de la Florida.
Con el permiso del pueblo, del maltratado, vilipendiado y manipulado pueblo, en esta ocasión quiero rendirle un merecido homenaje a la clase empresarial venezolana, que aún en medio de las más severas adversidades sigue adelante y no se amilana ante las amenazas y la persecución. Detrás de esa clase empresarial hay décadas de historia llenas de logros y buenos ejemplos. Fueron esos empresarios venezolanos los que convirtieron a esa gran nación en un baluarte financiero importante, aún en medio de la tendencia natural a depender casi exclusivamente de la gran riqueza petrolera.
Creció la riqueza venezolana con base en la producción de hidrocarburos, pero crecieron también las otras empresas. En producción de alimentos, medios de comunicación, transporte aéreo, agroindustria, construcción y servicios financieros, Venezuela marcó la pauta y el ritmo que siguieron otras naciones latinoamericanas. Fueron líderes en generación de riqueza y empleo, y contribuyeron a mejorar la calidad de vida de millones de venezolanos. Pero llegó la hecatombe y como resultado de un proceso de desmoronamiento del esquema político, Venezuela cayó en las garras del tenebroso socialismo del siglo 21. La economía del país hoy es un verdadero desastre, la productividad está por el suelo, la inflación es aterradora, el valor del Bolívar se desploma todos los días y la riqueza del país se la roban rápida y descaradamente.
Un gobierno títere de la Cuba castrista descompuso el tejido social venezolano para sembrar una absurda lucha de clases donde los que tenían resultaban culpables de que otros no tuvieran. Esa política abiertamente destructiva del régimen chavista declaró enemigos del pueblo a los empresarios que producían riqueza, pagaban impuestos y generaban empleo. No les quedó más remedio a muchos empresarios que cerrar sus puertas o reducirse a mínimos, y otros cuantos –en contra de su voluntad o en beneficio de sus intereses- acabaron doblegándose ante los caprichos de la tiranía.
Talentos que vuelan a otros países
Y otros, para fortuna de otros países, decidieron irse con sus recursos y su talento a probar suerte a otras latitudes. El columnista Andrés Openheimer, a instancias de la reciente Cumbre de las Américas en Panamá, comentó que el país del istmo tenía mucho que agradecerle a Chávez y a Maduro, porque si no hubiera sido por las absurdas políticas del castro-chavismo venezolano, muy probablemente esos empresarios no hubieran tenido que dejar su país y no hubieran llegado con su impulso empresarial a Panamá, donde su presencia es evidente desde muchos puntos de vista.
Como lo es también en Colombia, y obviamente aquí en la Florida. Y es que, a diferencia de otras migraciones, entre los venezolanos se destacan ciudadanos muy talentosos y significativos capitales, dispuestos no a vivir de la renta y de las glorias del pasado, sino a construir empresa y correr riesgos, a generar riqueza y crear empleos y a no dejarse amilanar por los malos recuerdos sino más bien a prepararse para ayudar a reconstruir a Venezuela cuando concluya la amarga pesadilla.
Venezuela reverdecerá
Ese es el papel que les corresponde y a fe que tienen de dónde aferrarse para lograrlo. Ojalá ese final de la pesadilla esté cerca, sea pacífico y traiga la menor cantidad posible de sufrimiento para el pueblo venezolano, que a su turno tendrá que aprender a no dejarse engañar de nuevo con pajaritos preñados. Cuando se analiza la realidad que ha vivido Venezuela a lo largo de todos estos años trágicos, con un pueblo vilmente engañado y una clase política simplemente desorientada, son los empresarios quienes salen mejor librados. Cuando han tenido que dar la pelea la han dado, cuando no han tenido más alternativa que salir del terreno lo han hecho, pero en ningún caso se han dado por vencidos. No será cosa fácil, ni se logrará de la noche a la mañana, pero Venezuela reverdecerá en medio de las cenizas del castro-chavismo y será gracias a su clase empresarial. ¡Gloria a esos bravos empresarios!