Su nombre es Beau Willimon, tiene 38 años y soñaba con ser pintor. Pero el destino lo condujo al mundo de las campañas políticas, entre ellas la de Hillary Clinton. Terminó escribiendo obras de teatro sobre el tema, hasta que dio vida a Frank Underwood, el protagonista de House of Cards. Aquí habla de su historia, de la ex primera dama, de Obama, y de la relación entre empresarios y política. “El dinero, más que ayudar a construir poder, lo tiende a disminuir”, dice.
El viernes 13 de marzo Beau Willimon (38) tomó un avión desde Nueva York, donde vive, hasta Austin, Texas. El 27 de febrero se estrenó la tercera temporada de House of Cards, serie que se ha convertido en un verdadero fenómeno, y este norteamericano que dio vida a Frank y Claire Underwood (Kevin Spacey y Robin Wright) es pieza clave de cuanto festival de cine se exhibe en Estados Unidos: el domingo 15 expuso en la feria SXSW, que reúne al séptimo arte estadounidense, sobre cómo trasladó esta serie original de la BBC a la pantalla chica. “Siento que esto ha sido como escribir una novela, porque a diferencia de una persona que hace una película, aquí yo estoy contando una historia muy larga. Es fascinante”, relata.
Al teléfono desde su oficina en Brooklyn, Nueva York, este dramaturgo nacido en Alexandria, Virginia, e hijo de un marino, asegura –entre risas– que su aterrizaje en el show televisado por Netflix, “fue cosa de suerte”. Estudió una licenciatura orientada a las artes en Columbia y como siempre fue bueno para el dibujo y la pintura –y no para la escritura–, pretendía ser un artista cuando egresara de ahí.
Hasta que durante su último año de estudios, en el verano de 1998, su vida dio un vuelco inesperado. Quiso dar vida a las historias que no lograba transmitir a través de sus dibujos y escribió, por primera vez, una obra de teatro. Eran tiempos de esfuerzo para Beau Willimon. Hacía lo posible por conseguir dinero para pagar sus cuentas a fin de mes: trabajaba de barman, hacía clases, “pitueaba” en talleres de autos, fábricas, entre otras cosas. Por lo mismo, cuando ese mismo año su amigo Jay Carson –actual consultor político de House of Cards– le dijo que el candidato demócrata Charles Schumer necesitaba un equipo para colaborar en su carrera por el Senado, no lo pensó dos veces. “Hay una vieja frase que dice: estuve en el lugar preciso en el momento indicado”, relata.
Lo demás vino rápido: el año 2000 participó en el equipo de avanzada de las senatoriales para Hillary Clinton, en las presidenciales con Bill Bradley, y en 2003, junto a Howard Dean. Todos demócratas. Aunque cuenta que fue un ejercicio duro, y que asumió cargos donde no se tomaban decisiones relevantes, sacó lecciones –y buenas ideas– de un mundo hasta entonces absolutamente desconocido.
En el mapa de Hollywood
Retomar la pluma no fue tarea fácil: estuvo seis meses sin escribir palabra. Pero la política estaba en su disco duro. “Nunca había escrito de política ni de elecciones presidenciales. Sin embargo, tras esa experiencia, me di cuenta de que ése era el tema del cual quería hablar”, cuenta. Así escribió Farragut North, obra que relata la historia entre un candidato a la Casa Blanca y su jefe de campaña, la que estuvo en cartelera hasta que, en 2008, Warner Brothers puso sus ojos encima: compró los derechos y la adaptaron al cine con Secretos de Estado filme protagonizado por George Clooney y Ryan Gosling, por la que fue nominado al Oscar. “Entonces, mi nombre se instaló en el mapa de Hollywood”, señala.
Y continúa: “Cuando David Fincher –director de Los siete pecados capitales, El club de la pelea y Red social–, buscaba un escritor para House of Cards, quiso hablar conmigo. En ese minuto yo no estaba muy convencido de trabajar en televisión, pensaba que consumía a quienes trabajaban ahí. Cambié de idea cuando vi la versión de la BBC: de inmediato me fasciné con la historia, se me vinieron miles de ideas a la cabeza y me convencí de que quería trabajar con David, a quien yo admiraba por su trabajo. Apenas hablamos por teléfono nos entendimos y me di cuenta de que no tenía opción (ríe)… porque era una gran y muy entusiasmante oportunidad la que tenía entre manos”.
Aunque había varios canales interesados, entre ellos HBO, por tener a Fincher y a Kevin Spacey en pantalla, fue la plataforma de streaming Netflix –tras pagar más de 100 millones de dólares– la que se quedó con House of Cards. Ya van 39 capítulos transmitidos con varias nominaciones al Emmy y dos Globos de Oro: uno para cada protagonista.
“En este tiempo mi amor a la televisión ha crecido, porque te permite contar historias en un formato que llega a todo el mundo. Tengo la suerte de trabajar con el mejor equipo, ha sido un increíble viaje, un descubrimiento. Y ocurre justo en un momento en que muchos de los directores y actores de Estados Unidos y del mundo están girando hacia la TV, porque aquí se están relatando historias que Hollywood no está contando”, concluye.
Relaciones peligrosas
Apenas aparece en pantalla, Frank Underwood devela su hambre por el poder –y por las costillas del BBQ Joint también, claro–. Una de las primeras frases que se le escucha decir en la primera temporada al entonces senador demócrata –luego fue viecepresidente y más tarde, presidente– es que él no respeta a quien no ve la diferencia entre . Para Underwood, el poder está primero.
Willimon coincide: “Cuando participé en política, no estaba en la línea principal, pero tenía muchos amigos que sí lo estaban, quienes me contaban lo que ahí pasaba. Y estoy de acuerdo con lo que dice Frank Underwood. El dinero te puede conducir al gran campo del poder, es cierto, pero el poder que se ostenta en oficinas de alta relevancia, no tiene precio. Tienes un Gobierno completo a tus pies y la autoridad para hacer y deshacer. El dinero te da el poder de comprar, pero… el poder por sí mismo, puede controlar el dinero. Así es que de cierta manera, yo, como Underwood, también pienso que el poder es más poderoso… (ríe)”.
-En la tercera temporada, Underwood dice que es en período de elecciones cuando el dinero sí empieza a ser más útil. Me interesa su opinión sobre este asunto: en Chile estamos precisamente viviendo un momento donde grupos económicos están siendo investigados por la justicia debido a aportes, fuera de la ley, en campañas políticas…
-No soy experto en la política chilena, así es que no puedo opinar. Pero obviamente que el dinero cobra relevancia durante los períodos electorales. Los candidatos necesitan recursos para financiar sus campañas, y toma mucho esfuerzo obtener ese dinero para poder hacer una competencia efectiva. Y los empresarios conocen esa necesidad, y algunos lo manejan. De todas maneras, si ves el 2008, cuando Barack Obama competía v/s Clinton en las primarias, en esa época, Clinton tenía muchísimo más dinero que Obama. A pesar de eso, este último ganó. Y el poder de su carisma, de su magia, de su campaña, venció al dinero. Entonces, no es que el que tenga más dinero gana, sino que depende de su organización y campaña. De hecho, creo que el dinero tiende a disminuir poder, más que crear poder.
-¿Cómo es eso? ¿El caso de Raymond Tusk intenta ejemplificar ese punto?
-La política y los negocios se necesitan mutuamente. Los grandes negocios tienen mucho que ganar o perder, dependiendo de quién tiene el control en determinado momento. Frecuentemente se ve a Wall Street o a grandes corporaciones involucrarse en elecciones, porque las regulaciones o reformas de gobierno tienen efecto directo en sus ganancias. Las grandes organizaciones e industrias poseen mucho dinero y claro que pueden tener gran influencia en las elecciones. En la segunda temporada de House of Cards, vemos a Raymond Tusk, un hombre millonario, que ha tenido influencia en las elecciones del Congreso por años, ilegalmente y a su beneficio. Para él la cosa anduvo bien hasta que lo descubren… entonces el tipo se desploma. Ése es un claro ejemplo de cómo el poder supera al dinero, porque ni su fortuna fue capaz de frenar a Frank Underwood.
-A su juicio, la del poder y el dinero, ¿es una relación peligrosa?
-No siempre. Puede funcionar para bien, así como puede funcionar perversamente.
Ficción v/s realidad
-Tengo entendido que Raymond Tusk es una inspiración de Warren Buffet, y que aquel empresario siempre le ha provocado gran fascinación…
-Efectivamente, hay muchas similitudes. Los dos son empresarios del mid western que no nacieron en medio de grandes fortunas, pero ningún personaje de House of Cards está inspirado en alguno de la vida real.
En la serie, varios episodios tienen similitud con la realidad: en la tercera temporada las relaciones de Estados Unidos con Rusia no pasan por su mejor momento y, por otro lado, Underwood pretende instalar medidas políticas similares a lo que ocurre en Europa, como America Works, que reman en sentido contrario de lo que ha hecho el Estado de bienestar. Incluso con Chile hay semejanzas: se habla de una reforma educacional que algunos critican por estar inclinada hacia la izquierda, y de reformas al financiamiento electoral.
-¿Cuánto toma del mundo real para su serie?
-Yo trabajo en un mundo de ficción. Las temporadas se graban un año antes de que salgan al aire, y si nos inspiráramos en los hechos reales, saldríamos un año atrasados y con la información repetida. No es ésa nuestra idea. Pero por supuesto que se dan coincidencias. Rusia es un claro ejemplo de ello. Pero cuando empezamos a trabajar en la historia, la verdad es que Rusia no aparecía en los medios, por lo único que se mencionaba era por las Olimpiadas Sochi, y cuando escribimos nuestra historia pensamos que un año más tarde, a nadie le iba a importar Rusia, porque no estábamos escuchando nada de ellos. Cosas de ese tipo suelen sucedernos. Vi un documental que se llama La guerra invisible (The invisible war), que habla de abusos cometidos por militares y que me inspiró para desarrollar la historia de Claire… Por eso te digo que esto se trata de coincidencias, más que otra cosa. Pero, por supuesto que tratamos de crear un mundo que parece real, por eso observamos detenidamente el mundo que nos rodea.
-Usted trabajó con Hillary Clinton. ¿Hay algo de Clinton en Claire? Como primera dama, vemos que sus aspiraciones políticas van en alza…
-No todos los personajes de House of Cards están inspirados exclusivamente en una persona. Nuestra meta no es crear un paralelo entre los protagonistas de esta historia y los de carne y hueso que conocemos. Creamos una persona, inspirada en distintas situaciones. Pero ella no es Clinton, aunque varios crean que sí lo es.
-¿Cómo ve hoy a Hillary Clinton como candidata a la Casa Blanca?
-Queda mucho para las elecciones aún, pero siempre le he tenido gran estima y soy un gran admirador: trabajé para su campaña senatorial y creo que ella es líder en cuanto a acumulación de experiencia… sin duda sería una excelente presidente. Aunque queda aún mucho tiempo.
¿4° temporada?
Así como House of Cards suma miles de fans –muchos de ellos políticos: se dice que el mismo Barack Obama intentó conseguirse la nueva temporada antes de su estreno–, la serie también tiene críticos. Algunos consideran que es una producción poco creíble y que los únicos personajes inteligentes son Frank y su mujer.
-¿Es aquello intencional? ¿Cree usted que hacen falta neuronas en Washington?
-House of Cards no pretende ser una reflexión de Washington. En la serie, estamos analizando una tierra muy particular. Y lo que estamos tratando de mostrar es el mundo que se ve a través de los ojos de Frank y Claire Underwood. La mayoría de los políticos que trabajan en Washington, están ahí por una razón, que es que quieren servir a la nación y al país. Están en permanente conflicto con decisiones muy complejas que hay que tomar y, de a poco, el poder puede ir transformándose en un elemento muy seductor. Yo no conozco ningún político que haya llegado tan lejos como para asesinar con tal de obtener su meta. Entonces, lo que vemos es una versión extremada de la ambición de los políticos. Lo que intentamos hacer no es una radiografía de Washington, sino el hambre de poder que esta pareja comparte. De hecho, yo me atrevo a decir que House of Cards no es una serie de política. Diría que es una serie que habla del poder, de una relación de pareja y de cómo este matrimonio está siendo afectado por el juego de poder que se presenta en el show.
-En la tercera temporada, Underwood está en la cúspide del poder. Él mismo ha dicho que todo lo que sube, tiene que bajar. ¿Lo vamos a ver en prisión o muerto?
-Efectivamente, en la tercera temporada ya alcanzó todo lo que soñaba en la primera, que era tener las llaves de la Casa Blanca. Entonces, la pregunta que viene es: ahora que está ahí, qué hace con ese poder. Y vemos que ha tenido grandes problemas en enfrentarlo. Para aquéllos que creyeron que simplemente iba a caminar por la Casa Blanca, y que haría lo que quisiera, sería totalmente falso. Lo vemos tener muchas dificultades durante este primer año. No puede manejar el Congreso, tiene baja popularidad, y creo que eso es natural. Eso sucede. Y lo vemos sufrir y esforzarse por superarlo, lo que denota ciertos rasgos de humanidad que habían estado ausentes antes. Y eso es interesante.
-¿Lo sabremos en una cuarta temporada de House of Cards?
-Mmmm, aún no hemos anunciado oficialmente una próxima temporada.
-Habrá que esperar…
-Tengo que cortar… •••
Fuente,
Capital online