Miami, lunes 20 de diciembre de 2021. Con más de 4.000 víctimas mortales a manos de sus pistoleros, es difícil de configurar el impacto que generó la irrupción de la violencia generada por la cabeza del cartel de Medellín, Pablo Escobar, en la Colombia de los años 80 y 90.
En su megalomanía por establecer un régimen de terror dominado por el narcotráfico llegó a declarar una guerra abierta a las instituciones y personas que se oponían a sus intereses. Así Escobar mandó a asesinar políticos, policías, periodistas, hizo explotar aviones, dinamitó edificios y dejó señaladas de por vida familias que no quisieron asumir el derrocamiento del estado de derecho en favor de cartel de Medellín.
Entre las familias que más sufrieron el señalamiento de Escobar nos encontramos una familia que es historia viva de Colombia: los Ospina, descendientes de tres generaciones de presidentes de Colombia que desde sus posiciones empresariales y también políticas se postularon frente a la corrupción y a favor de la extradición a los EE.UU de los detenidos por narcotráfico, el peor castigo para Escobar, quien manifestó «preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos».
Fruto de este posicionamiento la familia Ospina fue triste protagonista de un atentado en 1987, cuando se encontraban reunidos tras asistir al entierro de un familiar.
En este episodio no lograron matar a nadie, pero si hirieron a varios de los miembros de la familia. Peor final padeció años más tarde el menor de los Ospina Baraya, Lisandro, quien a los 30 años fue secuestrado durante cuatro meses por los hombres de Pablo Escobar, siendo ejecutado por sus captores en el año 1993 en Bogotá tras un rescate fallido.
Pero la muerte no era la única acción que Escobar le deparaba a quienes no comulgaban con sus corruptos negocios, así financió a periodistas para que divulgaran calumnias de cualquier índole de los hijos del ex senador Mariano Ospina Hernández, y manchar su apellido. Un tren al que se subieron ciertos medios de comunicación que beneficiándose de la predisposición de “El Patrón” aprovecharon para zanjar cuentas pendientes con los Ospina desde tiempos en donde doña Bertha (esposa del ex presidente Mariano Ospina Pérez) acusó de corrupción al presidente Alfonso López Michelsen, así como lanzó dardos contra las altas esferas desde su columna periodística «El Tábano».
Ante las dificultades sociales del país, y las persecuciones personales que se sucedieron, agudizadas tras la intervención de los Ospina Baraya, en su poco reconocido papel como colaboradores de la DEA para acabar con el Cartel de Medellín, y en especial para lograr la detención de Pablo Escobar, la familia Ospina se vio obligada a paulatinamente salir del país y autoexiliarse en Europa o EE.UU, donde el Gobierno americano otorgó protección a algunos de los miembros de la familia que allí se afincaron. Un privilegio que, cabe señalar, EE. UU no otorga a quienes han sido colaboradores del narcotráfico, como se trató de desvirtuar por parte del mismo sector de la prensa que en los años más duros de la contienda, y cuando Escobar financiaba a la prensa afín, nunca condenó el terrorismo ejecutado desde el Cartel.
La única verdad judicial, policial y demostrable documentalmente a día de hoy es que los hermanos Ospina-Baraya no tienen declaraciones, juicios ni condenas por vinculación alguna al Cartel de Medellín o actos de narcotráfico, pero sí su reproche a este vil negocio que causó la muerte de alguno de sus miembros.
LOS OSPINA BARAYA EN LA ACTUALIDAD
Tras más de un siglo participando activamente en el devenir de Colombia, la familia Ospina-Baraya no ha dado la espalda a la tierra que los vio nacer y crecer: Javier Ospina Baraya se marchó en 1984 del país desempeñando un destacable papel como vicecónsul de Colombia en Hamburgo, siendo posteriormente agregado Económico en la embajada de Colombia en España y corresponsal del diario “La República” en España durante casi más de 30 años. En la actualidad es un reconocido consultor internacional que principalmente opera desde Bucarest, Madrid y Miami, aunque está desarrollando proyectos en Latinoamérica.
Juan Diego, es un próspero empresario con residencia en EE. UU pero que ha levantado una de las empresas que hacen bandera de Colombia, como es Frudelca.
Ángela Mercedes Ospina es filósofa de la Universidad Pontificia Bolivariana y tiene dos especializaciones, una en pedagogía y otra en gestión de recursos internacionales, cursadas en la Pontificia Universidad Javeriana y en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Además, desde junio de este mismo año ocupa el cargo de embajadora de Colombia ante el Gobierno de México.
Una familia, que se ha forjado su camino con sangre y fuego en defensa del bien y el estado de derecho, en una de las épocas más convulsas, violentes y peligrosas de la reciente historia de Colombia.