Por Karen Blanco, Editora de Ejecutiva.
La pobre viejecita
Érase una viejecita
sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces,
tortas, huevos, pan y pez.
Bebía caldo, chocolate,
leche, vino, té y café,
y la pobre no encontraba
qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía
ni un ranchito en qué vivir
fuera de una casa grande
con su huerta y su jardín.
Nadie, nadie la cuidaba
sino Andrés y Juan y Gil
y ocho criadas y dos pajes
de librea y corbatín.
Nunca tuvo en qué sentarse
sino sillas y sofás
con banquitos y cojines
y resorte al espaldar.
Ni otra cama que una grande
más dorada que un altar,
con colchón de blanda pluma,
mucha seda y mucho holán.
Y esta pobre viejecita
cada año hasta su fin,
tuvo un año más de vieja
y uno menos que vivir.
Y al mirarse en el espejo
la espantaba siempre allí
otra vieja de antiparras,
papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita
no tenía qué vestir
sino trajes de mil cortes
y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos
chanclas, botas y escarpín,
descalcita por el suelo
anduviera la infeliz.
Apetito nunca tuvo
acabando de comer,
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien.
Se murió de mal de arrugas,
ya encorvada como un tres,
y jamás volvió a quejarse
ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita
al morir no dejó más
que onzas, joyas, tierras, casas,
ocho gatos y un turpial.
Duerma en paz, y Dios permita
que logremos disfrutar
las pobrezas de esta pobre
y morir del mismo mal.
Autor: Rafael Pombo
Recordando mi infancia en el tiempo donde nos tocaba aprendernos de memoria los poemas del poeta colombiano Rafael Pombo, hay uno especial: “La pobre viejecita’’. Muchas mujeres sin saberlo son “las pobres viejecitas” y buscan producir lástima por diferentes situaciones, sin darse cuenta que lo tienen todo. No obstante es importante recabar por qué pensamos que esta actitud es buena o que va a tener seguidores. “La lástima por uno mismo, es una de los narcóticos no farmacéuticos, más destructivos. Es adictiva, da placer sólo al momento y separa a la víctima de la realidad”. John W. Gardner (Secretario de salud, educación y asistencia social, en Estados Unidos). La lástima de uno mismo es una emoción que nos paraliza porque nos mantiene atrapados en una situación. Por otro lado la lástima de uno mismo también es utilizada como una forma de manipular a otras personas para lograr fines.
Todos hemos sufrido y todos hemos fracasado. La diferencia entre los que se auto compadecen y los que no, es que los primeros se dedican a ver todo lo malo que les ha pasado. Cuando creemos que nosotros tenemos poco o ningún control sobre lo que nos sucede, que el mundo nos causan daño, acabamos sintiéndonos incapaces y desempeñando el papel de víctimas.
Mi tío Ernesto Blanco quien falleció en los primeros días de diciembre, me ha dejado una lección de vida, ya que durante dos años luchó contra el cáncer en silencio, ya que sólo sabían de su enfermedad su esposa e hijos. Sus hermanos entre los cuales está mi padre Alberto nunca se enteraron sino hasta el día de su deceso. La hermana gemela de mi padre, Gladys también murió de cáncer. Mi padre me contaba cómo días antes que mi tío muriera sintió que se puso una careta para disimular su dolor ya que estaba desahuciado, pero no obstante nunca les dijo nada. Mi tío que en paz descanse no quería que nadie sufriera y esa fue su decisión a lo largo de estos años de su lucha. A pesar de todo, sacó fuerzas para escribir un hermoso libro “Recuerdos Lejanos’’ que nos remonta a su niñez y se lo dedica a su familia. Quedé muy conmovida con esta historia de vida porque nuestra actitud debe ser fuerte, inquebrantable y siempre de lucha no importa lo que suceda.
Siempre hay luz al final del túnel. Pensemos y seamos positivos, enamórate de la naturaleza, de los animales y de las cosas más insignificantes, que al final cuando sea nuestra hora de partir podamos sentirnos tranquilos que dejamos buenos recuerdos a las personas que estuvieron compartiendo el camino de la vida a nuestro lado.
Me puedes seguir en www.facebook.com/Negociosmagazine