Miami, 24 de octubre de 2013. En Venezuela el llamado cepo cambiario está agregando otras molestias a los tortuosos rituales que hay que cumplir antes de abordar un vuelo internacional.
Mientras se implementa en los aeropuertos locales un novedoso sistema de identificación biométrica que autorizará el uso de las tarjetas de crédito venezolanas en el exterior, fiscales de la estatal Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) están interrogando al azar a los viajeros nacionales para comprobar la correcta utilización de las divisas aprobadas por el ente y cerciorarse de que no lleven en su billetera tarjetas de créditos a nombre de otras personas.
Si eso sucede el funcionario sospechará que el pasajero estará “raspando el cupo” aprobado a un tercero. En la jerga local el “raspacupo” es quien entrega a otro su tarjeta de crédito para aprovechar el subsidio que otorga el Estado como un haber en su línea de crédito. Aunque su aprobación nunca está garantizada, la clase media local –consumistas entusiastas de las outlets de Miami desde siempre- e incluso los estratos menos favorecidos -quienes nunca conocieron ese modo de vida en virtud de su situación económica- advirtieron el gran negocio que significaba viajar, o simular que se viajaba, para usar la tarjeta en sitios prestablecidos y luego obtener las divisas y las facturas que justifican el gasto. La brecha entre la tasa oficial –6,3 bolívares por dólar- y la del mercado negro –alrededor de 45 bolívares- representa una ganancia rápida para el tenedor de dólares a su vuelta al país.
Con esta medida el gobierno busca limitar al máximo el turismo cambiario, cuyo apogeo, unido a la escasa oferta de frecuencias hacia los destinos internacionales más demandados, ha liquidado la posibilidad de viajar por una emergencia y ha encarecido el costo de los billetes. Un ejemplo: para viajar en febrero a Madrid un pasaje aéreo en clase económica desde Bogotá cuesta 2.568 dólares. Desde Caracas vale 5.161 dólares (32.514 al cambio oficial de 6,3). El aumento indiscriminado tiene al menos dos explicaciones: la gigantesca deuda que mantiene Cadivi con las aerolíneas, que venden los pasajes al precio controlado y el Estado no le entrega los dólares, y la enorme demanda de viajeros venezolanos y extranjeros, quienes hacían una escala en Caracas, cambiaban sus dólares en el mercado negro y compraban el boleto hacia su destino final a un precio muy atractivo. Esta semana el Indepabis, el órgano que protege los derechos de los consumidores, agregó una tercera explicación: las aerolíneas no están vendiendo las tarifas más baratas de la clase económica.
El Gobierno ha prometido tomar medidas para solucionar esta situación, pero en ningún caso está dispuesto a levantar el rígido control de divisas, la raíz de las distorsiones de la economía. Ha iniciado, sí, una sistemática campaña a través del canal del Estado Venezolana de Televisión contra los “raspacupos” para posicionarlos ante la opinión pública como los responsables mayores del desfalco a la Nación. El domingo, VTV dedicó uno de sus principales programas de opinión para tratar el tema. El conductor y su invitado, el encuestador Oscar Schemel, aseguraban que ese afán de viajar para obtener dólares en efectivo a cambio respondía al ADN cultural de los venezolanos, que están entrenados en el arte de capturar la renta petrolera en desmedro de la productividad y el esfuerzo.
Parece un poco injusto achacar la culpa al turismo cambiario a juzgar por los resultados que ha hecho público el propio Gobierno. Cifras oficiales indican que en 2012 se aprobaron a los viajeros 2.769 millones de dólares, mientras que a los importadores les entregaron 17.980 millones de la moneda estadounidense. Hasta ahora, salvo una nota de prensa publicada este miércoles en la que el ministro de Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres, anunció que el Sebín, la policía política, formó un equipo para revisar el uso de dólares asignados a las empresas, no hay un gran ofensiva del Gobierno para identificar quiénes son los responsables de defraudar al Estado simulando importaciones. “Estamos seguros de que todavía hay una lista de empresarios inescrupulosos que por razones económicas o políticas se dedican a hacer fraudes por esa vía”, comentó el ministro a la Agencia Venezolana de Noticias.