A Ron no le interesaba si el colega nuevo que llegaba era importante o si tenía recursos, a todos nos recibió siempre con cariño y nos trató siempre con respeto.
Me cuesta trabajo escribir estas notas porque creo fervientemente que a esas personas grandes que enriquecen nuestras vidas, hay que rendirles homenajes cuando todavía están vivas, y a Ron Beasley le quedamos debiendo el suyo. Con una crueldad absurda, un cáncer implacable y miserable nos lo arrebató en pocas semanas, dejándonos un vacío inmenso y una tristeza profunda. Todo lo contrario de lo que Ron fue mientras estaba entre nosotros y por eso nos sumamos a la idea de sus mejores amigos de celebrarle su vida, y de entregarle con alegría sus cenizas al mar, como el mismo dijo alguna vez que era su deseo.
Tuve la suerte de conocerlo cuando empezaba mis aventuras en el terreno del periodismo automotriz de la mano de mi colega Pepe Forte. De inmediato, como lo hizo con casi todos nosotros, abrió de par en par la puerta de sus sentimientos. Ron nos acogía a todos como si fuéramos sus amados discípulos y sin envidias compartía su experiencia y sus conocimientos sin ningún tipo de avaricia. Era un líder con carisma y creía que debíamos reunirnos bajo la sombrilla de una entidad que nos uniera, y a falta de una mejor, se decidió por crearla él mismo. Dos o tres reuniones bastaron para que nos pusiéramos de acuerdo.
La cita donde se consumó la creación de nuestra asociación fue en un tradicional restaurante de unos amigos suyos, en South Miami, y como era apenas natural, nadie objetó la idea de que Ron Beasley fuera el Presidente Fundador de la flamante SAMA, la Asociación de Periodistas Automotrices del Sur de los Estados Unidos. No todo fue ni ha sido un mar de rosas, pero hay que reconocer que si no hubiera sido por su liderazgo, SAMA no hubiera nacido, ni crecido, ni superado como lo hizo una serie de dificultades, y no tendría hoy el reconocimiento de que goza a escala nacional.
Ron fue un líder extraordinario, y aunque sus logros como tal son enormes, sus calidades como periodista de profesión fueron siempre su mayor orgullo. Lidiaba como un verdadero Quijote pero cumplía con su labor de informar sobre temas locales a un caudal enorme de lectores de los periódicos comunitarios. No me cabe duda de que muchos de esos lectores ya están sintiendo el peso de su ausencia.
Yo ya lo extraño, y lo voy a extrañar mientras viva, porque está íntimamente ligado a mi actividad, a la gente que me rodea, a mi familia y a ese concepto de amistad que hoy parece cosa del pasado. A Ron no le interesaba si el colega nuevo que llegaba era importante o si tenía recursos, a todos nos recibió siempre con cariño y nos trató siempre con respeto. Para él nunca existió la barrera del idioma, y mucho menos las diferencias culturales. Guardaré siempre el recuerdo de su cara alegre, de su temperamento firme, de sus sonrisas y sus carcajadas, de su enorme sabiduría, de las entrañables memorias que nos dejó plasmadas en tantas reuniones, en muy divertidos viajes de trabajo y en el par de Dewar’s que le prometí que nos tomaríamos la próxima vez que nos viéramos, y que también le quedé debiendo.