Los $11.500 millones que costará el Mundial más caro en la historia aunados a una lista de proyectos de construcción inconclusos son recordatorios diarios de los defectos que según muchos mantienen pobre a Brasil: una burocracia abrumadora, corrupción y políticas miopes que priorizan los grandes proyectos por encima de necesidades como el transporte, la educación y la salud, según afirma un artículo en el WSJ.
“Es un insulto, en un país con tantas deficiencias de necesidades básicas, organizar una Copa de esta manera”, apuntó Alcyr Leme, un gestor de inversiones en São Paulo e hincha del fútbol. Se han destinado US$3.600 millones de fondos públicos a estadios, lo que equivale a la factura de estadios de las dos últimas Copas juntas, y los constructores siguen sin terminar. Las obras en los aeropuertos, calles y otros proyectos de largo plazo que prometían beneficiar el desarrollo en Brasil fueron obstaculizados por riñas burocráticas, acusaciones de corrupción y otras trabas. Los estadios están en su mayoría construidos, pero sus alrededores parecen a menudo zonas de construcción.