Redacción/ Miami.
Mañana se celebrarán las elecciones más controversiales de la historia de Brasil. Más que enfrentarse dos candidatos con posturas diferentes del rumbo que debe tomar el gigante país latinoamericano, en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas de mañana se enfrentan dos modelos de análisis de un país que ha sido fracturado socialmente en los últimos meses. Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), y discípulo de los expresidentes Lula Da Silva y Dilma Rousseff, ha recortado la distancia con su adversario, el ultraderechista Jair Bolsonaro, en los últimos días.
La diferencia de ambos rivales se ha reducido de 18 a 12 puntos en voto válido, según la última encuesta de Datafolha que se difundió el pasado jueves. A un día de los comicios, Bolsonaro se haría con el 56% de los votos, mientras que Haddad alcanzaría el 44%. Sin embargo, no parece que sea suficiente para que Haddad logre dar el zarpazo necesario en una recta final marcada por el insulto y la elevación del tono de los candidatos. Bolsonaro, el político creado desde el inconformismo de las clases medias de Brasil, aupadas por la enorme corrupción en la que ha caído en los últimos años el Partido de los Trabajadores, podría hacerse con el mando de un país. Bolsonaro difícilmente gobernará para todos los brasileños, tras insultar a muchos colectivos como las personas de raza negra, los homosexuales o las mujeres que luchan por conseguir mejores derechos laborales y legales.
Bolsonaro, sin embargo, ha matizado varias de sus declaraciones en los últimos días, sabedor de que su histrionismo podría reducir sus posibilidades de victoria. Bolsonaro ha sugerido que no retirará a Brasil del Acuerdo de París contra el cambio climático y que no pretende declarar la guerra a Venezuela. Haddad, por lo contrario, ha tratado de desmarcarse de sus predecesores, Lula y Rousseff. Mañana, el veredicto.