Redacción/ Miami.
Arabia Saudí ha conseguido lo que nadie esperaba: enfadar a Estados Unidos. El caso de Jamal Khashoggi, un periodista desaparecido del que se ha denunciado que fue asesinado y descuartizado en la embajada de Arabia Saudí en Estambul.
Khashoggi es un periodista saudí muy crítico con la política del país de Asia occidental y que había sido amenazado en varias ocasiones por la monarquía absoluta de Arabia Saudí. Estados Unidos ha decidido tomar cartas en el asunto y ha enviado a un investigador con el fin de esclarecer lo ocurrido.
Donald Trump ha dicho públicamente que ha conversado con el rey Salman de Arabia Saudí y que el jefe de estado árabe le ha asegurado que no posee información sobre lo ocurrido con Khashoggi. Sin embargo, Trump ha deslizado la idea de que haya podido ser asesinado por matones. Toda la historia gira en torno al día 2 de octubre, cuando Khasoggi se encontraba en Estambul y visitó el consulado saudí en la capital turca. Con esa pista acude Mike Pompeo, el secretario de Estado estadounidense, con el fin de recabar el máximo de información que pueda dar luz a lo ocurrido. La dictadura monárquica ha sido acusada en varias ocasiones de restringir la información sobre el país. De hecho, Khasoggi había huido el año pasado a EEUU tras ser amenazado de muerte.