Emprender un negocio es generalmente un acto solitario donde un emprendedor enfrenta decisiones de riesgo que tiene que solventar generalmente sin apoyo de nadie. Esto no significa que el emprendedor se sienta solo, tiene amigos y familiares, que aunque le dicen todo el tiempo que está loco, le hacen compañía. Pero si significa que está completamente solitario en su emprendimiento.
Conseguir financiamiento, salir a vender, salir a comprar, administrar, operar y crecer son acciones que las grandes empresas ya consolidadas se dividen entre decenas de ejecutivos capaces. Pero para un emprendedor, todas estas acciones son realizadas por él mismo, convirtiéndose en un «todologo» en donde la restricción más importante es el tiempo.
Los emprendedores al iniciar operaciones no son sujetos de crédito ni de capital y los recursos con los que cuentan son tan limitados, que se ven obligados a contratar personal de baja calidad y capacidad porque es para lo único que alcanza. El gerente de finanzas se contrató no por su currículum, sino porque cobraba solamente cinco mil pesos al mes; el director de ventas no es el que queríamos tener, sino el único que aceptó no ganar sueldo fijo y cobrar únicamente comisiones sobre las ventas; y de esta manera un emprendedor termina en pocos años con un equipo poco capacitado, mal pagado y con altísima rotación.
Todo esto implica dos cosas: la empresa está condenada a siempre tener un equipo mediocre, ya que es muy difícil para el emprendedor despedir a las personas -poco capaces- que le aceptaron el trabajo desde el principio (¿cómo voy a despedir a Pedro si estuvo conmigo desde el principio y me aceptó un sueldo de $5,000); y a su vez el emprendedor se convierte en un enfermo por el control (no confío en mi gente, no les puedo delegar la responsabilidad, todo lo tengo que hacer yo).
¿Cómo salir de este estado solitario? No hay de otra, los emprendedores tienen que hacer dos cosas: desde el día uno buscar los recursos para contratar al mejor personal posible, ofreciendo no sólo sueldos sino también acciones, y deben pensar con la cabeza y no con el corazón a la hora de tener que despedir a la gente que, a pesar de su lealtad y ganas, no tienen la capacidad para crecer el negocio.
La crisis actual presenta una gran oportunidad para emprender por el simple hecho de que muchas personas altamente capaces están perdiendo su empleo y el mercado laboral está más rígido que nunca, de forma que atraer y retener al mejor personal debe ser más sencillo que en épocas de auge.
Fuente: ENDEAVOR